Etiquetas: ganadería, sector lácteo, leche, ovino, caprino, vacuno, calidad alimentaria, precios justos, cadena alimentaria
UPA - 14/01/2019
Nadie pone en duda que el sector lácteo español tiene una gran importancia socioeconómica. Ya sea por su volumen de negocio, por la generación de empleo y de renta, por sus efectos sociales, económicos y medioambientales o por sus niveles de producción, debemos reconocer que se trata de un sector verdaderamente estratégico. Pero eso no ha impedido que durante los últimos años este sector haya sufrido una drástica reconversión –una más–, provocada fundamentalmente por la desaparición del sistema de cuotas lácteas en la Unión Europea, que ha estado en vigor desde nuestra entrada en la UE, en 1986, hasta 2015. UPA es la organización más representativa entre los pequeños y medianos ganaderos lácteos, defendiendo siempre sus intereses y contribuyendo a generar unas condiciones más favorables para el desempeño de su actividad. Este año 2018 que termina presenta luces y sombras para el sector y somos muy conscientes de los avances alcanzados, pero también de los retos pendientes. Este es un buen momento para realizar un balance provisional y precisar metas en un futuro más estable y más rentable, que aseguren, en definitiva, un porvenir más optimista para todas las explotaciones familiares lácteas de nuestro país.
El balance provisional del año para los ganaderos lácteos de nuestro país presenta buenas y malas noticias pero, en su conjunto, no puede ser considerado como positivo. El principal problema al que se enfrentan los ganaderos es el reducido precio de la leche en España, con respecto a la media europea, en torno a un 12% por debajo de lo que cobran el resto de los productores lácteos de la Unión Europea. UPA calcula que el precio que perciben los ganaderos lácteos en España por la leche entregada a las industrias genera un diferencial a la baja de unos 25 millones de euros mensuales en relación con los ingresos que obtienen los demás ganaderos europeos. Una situación así resulta inasumible y puede acabar conllevando otra gran crisis en el sector, provocando un nuevo cierre masivo de explotaciones.
Este hecho es el más preocupante que amenaza al sector lácteo español, pero no es el único. Los ganaderos lácteos se ven abocados a introducir en la gestión de sus explotaciones toda una serie de medidas que incrementarán sus costes de producción. Se trata de nuevos sistemas de alimentación animal que suponen limitaciones en la utilización de medicamentos y antibióticos, de restricciones en el uso de purines para la reducción de emisiones de amoniaco, de reducciones en la utilización de plásticos o de las importantes medidas para garantizar el bienestar de los animales. Desde UPA apoyamos buena parte de esas medidas, porque consideramos que son coherentes con el modelo de ganadería que defendemos, pero entendemos que suponen un aumento significativo de los costes de producción y que ese aumento debe verse reflejado en los precios que perciben los ganaderos. Si queremos calidad en la producción y sostenibilidad en el manejo de las explotaciones y en la gestión del medio ambiente, debemos asumir que esos propósitos tienen un coste y que no pueden ser los ganaderos los únicos que asuman esa carga.
También hay datos positivos en el balance del año que merecen ser resaltados, porque suponen, en buena medida, éxitos del trabajo llevado a cabo por nuestra organización y por el conjunto de los hombres y las mujeres del sector lácteo. En UPA saludamos como una excelente noticia el inminente etiquetado precisando el origen de la leche y de los productos lácteos. De esta manera el consumidor dispondrá de una información básica para conocer de dónde procede la leche que consume y cuáles son los niveles de calidad del proceso productivo. Otra buena noticia es la reducción drástica en la utilización de la leche como producto reclamo por parte de las grandes cadenas de distribución alimentaria. Las campañas denunciando la banalización de la leche y la venta por debajo de sus costes de producción han surtido efecto y durante el año que termina se han detectado muy pocos casos de esa mala práctica comercial. Por último queremos destacar que los niveles de consumo de la leche y los productos lácteos parecen haber frenado su tendencia a la baja. El consumo de leche se ha mantenido estable y se han detectado incrementos en las demandas de productos lácteos. También en este caso parece que las campañas de sensibilización puestas en marcha (y las que comenzarán en el próximo año) han tenido unos efectos positivos que es necesario destacar.
Los contratos lácteos se establecieron en el año 2013 para regular las transacciones comerciales de suministro de leche cruda. Constituyen el instrumento clave que ha venido a ordenar la cadena alimentaria de la leche después de la desaparición del sistema de las cuotas lácteas.
UPA viene denunciando desde hace tiempo la efectiva congelación de los precios de la leche en los contratos presentados por la mayoría de las industrias, situación que en ningún caso refleja las tendencias de los mercados internacionales. Los contratos se han convertido en una especie de “tarifa plana” que ajusta a la baja el precio de la leche y no refleja las alteraciones del mercado ni los incrementos en los costes de producción.
Estos contratos secuestrados que establecen precios prefijados a la baja durante largos periodos constituyen una amenaza para la sostenibilidad del sector. La búsqueda de beneficios a corto plazo es un peligro para el futuro de la base productiva de las cadenas lácteas. Las industrias obtienen un diferencial muy positivo entre los precios que pagan a los ganaderos y los que obtienen por los productos transformados, pero están destruyendo el primer eslabón de la cadena alimentaria. “No podemos permitir la destrucción de valor a lo largo de la cadena porque eso echa a gente de su actividad”, señala Román Santalla, secretario de Ganadería de UPA. En el primer trimestre del próximo año se firmará un nuevo gran paquete de contratos lácteos entre los industriales y los ganaderos. Si los primeros no asumen su parte correspondiente en los costes de producción, harán inviable la profesión de ganadero y nos obligarán a impulsar un nuevo periodo de movilizaciones. Creemos también que las Administraciones públicas (Ministerio y CCAA) no pueden permanecer impasibles ante esta situación y exigimos que tomen cartas en el asunto, promoviendo contratos justos que aseguren la sostenibilidad de la actividad ganadera.
España es el séptimo país productor europeo de leche de vaca, con el 5% del total (algo más de 7 millones de toneladas). Hay que recordar que esa producción está muy alejada de los grandes países productores de la UE, como Alemania (31,1 millones de toneladas) o Francia (23,7 millones de toneladas). En el caso de la leche de oveja, nuestro país ocupa el primer puesto a nivel europeo, con algo más de 510.000 toneladas, mientras que en la leche de cabra se sitúa en segundo lugar (480.000 toneladas). Dentro del mercado español, las entregas de leche de vaca suponen el 87,6% del total, seguidas a mucha distancia por las de leche de oveja (6,4%) y leche de cabra (6%). Aunque en los últimos años ha crecido la producción de leche de vaca en España, continuamos siendo deficitarios, ya que nuestro consumo se sitúa en torno a los 9 millones de toneladas anuales.
La cadena de producción, transformación y comercialización del sector lácteo factura unos 13.000 millones de euros anuales y genera más de 30.000 empleos directos. Por su parte, las industrias lácteas tienen un volumen de negocio de 9.500 millones de euros (2% de la producción industrial española) y emplean a unas 30.000 personas (8,5% de todo el empleo del sector agroalimentario). En España hay unos 24.500 ganaderos que realizan entregas de leche. Los productores de leche de vaca representan al 60,7% del total, seguidos por los de leche de cabra (23,1%) y leche de oveja (16,2%). La producción de leche de vaca se concentra en Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León y Andalucía. Las dos Castillas son las regiones donde se registra una mayor producción de leche de oveja, mientras que la producción de leche de cabra se localiza sobre todo en Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura.
A pesar del aumento de la producción láctea en España durante los últimos años (en los últimos seis años, la producción industrial láctea creció un 12% y la de quesos en un 28%), continuamos siendo un país deficitario y la balanza comercial presenta valores negativos, aunque el diferencial tiende a reducirse. Así, las importaciones de leche y productos lácteos rondan las 751.280 toneladas, mientras que las exportaciones superan ligeramente las 611.190 toneladas. Hay que tener en cuenta que si en la actualidad el saldo negativo se sitúa en torno a las 140.000 toneladas, a principios de la década rondaba las 765.120 toneladas.
A partir de enero de 2019, un real decreto del Gobierno español obliga a las industrias lácteas a precisar tanto el país de ordeño como el de transformación (si son distintos) o a señalar el lugar de origen de la leche, si ambas operaciones se realizan en el mismo territorio. Se trata de una medida impulsada en nuestro país siguiendo la estela de iniciativas similares de Francia e Italia. De esta manera se corrige una excepción sorprendente de las normativas europeas, ya que los reglamentos UE exigen precisar el origen de alimentos como la miel, frutas y hortalizas, pescado, carne de vacuno y aceite de oliva, pero habían dejado fuera a la leche. La Comisión Europea afirma que un 80% de los europeos tiene interés en conocer el origen de la leche y ese porcentaje se incrementa hasta el 88% en nuestro país, según el Gobierno español.
Desde UPA consideramos que se trata de una buena noticia, ya que proporcionará más información a los consumidores y facilitará la toma de decisiones a la hora de adquirir un producto básico de nuestra dieta. En el caso de las leches de fuera de España se podrá indicar el país de origen o bien identificarlas como “leche UE”, “leche fuera de la UE” o “UE y fuera de la UE”. Si todas las operaciones se realizan en España, se deberá identificar específicamente a nuestro país. También se podrá indicar voluntariamente el origen regional o local de la leche.
La organización interprofesional del sector lácteo se llama InLac. Su principal función es promover la sostenibilidad de la cadena de valor de todo el sector. Su misión es “representar los intereses comunes del sector lácteo de vaca, oveja y cabra; diseñando, acordando e implantando medidas vinculantes dirigidas hacia su vertebración y estabilidad sectorial”. InLac es también un foro estable de discusión entre todos los agentes de la cadena láctea, respetando los ámbitos de actuación propios de las organizaciones miembros. En la rama productora, las organizaciones que forman parte de InLac son: UPA, COAG, ASAJA y Cooperativas Agro-Alimentarias de España. La representatividad de InLac en la rama productiva llega hasta el 85% de las explotaciones de vacuno, el 85% de las de ovino y el 93% de las de caprino. En el caso de la rama industrial y de transformación, InLac representa a la mayor parte de las industrias transformadoras de vacuno (93%), de ovino (92%) y de caprino (89%) de leche, a través de Fenil y Cooperativas Agro- Alimentarias de España. UPA reconoce la importancia de InLac como un instrumento clave para promover el buen funcionamiento del sector. Estamos muy comprometidos en las iniciativas de promoción del consumo de productos lácteos que impulsa InLac. En la actualidad ya está en marcha, pero tendrá una mayor importancia durante el próximo año, la campaña promocional “Di que sí al menos a 3 lácteos al día”, que pretende ampliar los actuales niveles de consumo de los productos lácteos en nuestro país.
Desde UPA siempre hemos considerado que el modelo de explotación agraria familiar es el que mejor garantiza una excelente calidad de los productos agrícolas y ganaderos, junto a una adecuada conservación de los recursos medioambientales, favoreciendo además el poblamiento del medio rural. Nuestro país es una gran potencia agroalimentaria, con una enorme capacidad de exportación y esa situación se ha conseguido basándose en una estructura de producción compuesta por muchas pequeñas y medianas explotaciones rurales. En UPA consideramos que la vinculación entre el tamaño de la explotación y la competitividad es una falacia que la realidad desmiente continuamente.
Las explotaciones familiares, y particularmente las ganaderas, son las que mejor aseguran el empleo en las zonas rurales, con el añadido de que además lo hacen allí donde no existe ninguna otra alternativa viable, como es el caso de las zonas de montaña.
La política agraria de la UE tiende a priorizar de manera decidida principios y criterios de sostenibilidad entendida globalmente y, en ese sentido, el modelo familiar agrario es el que presenta mayores ventajas y fortalezas. Desde UPA defendemos que el auténtico modelo de futuro para la ganadería y la agricultura es el basado en las explotaciones familiares agrarias, porque es el que puede garantizar mayores niveles de calidad y de proximidad al consumidor, fija población en el medio rural, gestiona de forma adecuada el medio ambiente y promueve la sostenibilidad.
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