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Revista La Tierra - 263


Otro mundo rural es posible

 

No hay gobierno en el mundo ni organismo multilateral que no considere una prioridad, un objetivo estratégico, el apoyo a los agricultores jóvenes, el relevo generacional, el rejuvenecimiento en el campo. ¡Quién no va a estar de acuerdo con ello! Es una obviedad y de las grandes.

El problema es, como en tantas otras cosas, pasar del dicho al hecho. Porque no hay país en el mundo y mucho menos en el mundo más “desarrollado”, en que ese objetivo indiscutible se pueda garantizar por decreto, ni siquiera en una hipótesis utópica en la que los recursos públicos fueran infinitos y se dedicarán a instalar jóvenes en el campo, como quien planta naranjos en un marjal.

No es posible. Hoy no son viables planes como los de los poblados de colonización del franquismo en la posguerra española ni los koljoses soviéticos tras la revolución, ni el reparto de tierras en la invasión del oeste americano, saqueadas a los indígenas del lugar antes de ser Estados Unidos, ni la ocupación de tierras robadas por el Estado hebreo en Palestina.

Del mismo modo que no es posible otra ensoñación de los grandes teóricos del capitalismo globalizador, aquella que creía que toda la producción agroalimentaria del mundo se iba a obtener exclusivamente en grandes explotaciones agroindustriales, con propietarios financieros de fincas infinitas y una dependencia absoluta del agrobusiness químico, sin necesidad del factor humano, porque hasta los tractores labran ya sin conductor.

La realidad es tozuda. Y los hombres y las mujeres del campo también. Por eso creemos que otro mundo rural es posible. Y que solo la agricultura familiar puede acabar con el despoblamiento rural y, al mismo tiempo, garantizar el abastecimiento alimentario de toda la humanidad y además de todos los animales del mundo, porque sin la presencia de agricultores y ganaderos en las tierras de todo el mundo no habrá ni medio ambiente ni animales que campen a sus anchas por bosques y llanos, ni animales que vivan protegidos y mimados en granjas y establos, ni siquiera vegetales para alimentar a esa parte creciente de la población del “primer” mundo que apuesta por limitar la natural diversidad de los humanos a la hora de comer.

La cuestión, en el fondo, es muy sencilla. Para que haya jóvenes en los pueblos y en el campo solo hace falta que no se quieran ir los que ya estén y que incluso vengan de fuera. Y para ello tienen que tener expectativas de vida, compleja y dura como todas, pero con futuro. Y para ello solo es necesario que el sistema social, económico y político asuma, de una vez por todas, que producir alimentos tiene un coste y que no tiene sentido empeñarse en pagar por ello menos de lo que cuesta producirlos. Es absurdo. No tiene lógica.

¿Qué motivos poderosos hay para empeñarse en vender en los supermercados fruta, pollo, conejo, leche o aceite, por poner solo algunos ejemplos, unos céntimos más baratos de lo que sería justo y razonable para que los jóvenes quieran seguir en el campo porque su trabajo está social y económicamente reconocido? La respuesta a esta pregunta es evidente y la razón sólo tiene un camino. Otro mundo rural es posible.

 

Índice

  • Otro mundo rural es posible
  • Frenar el despoblamiento es posible
  • Solo la agricultura familiar puede frenar el despoblamiento rural
  • Sobre despoblamiento rural en España
  • UPA pide máximo apoyo a los nuevos responsables rurales del PSOE para atajar los problemas del campo
  • Campo Seguro: La Península Ibérica, en alerta por la Xylella fastidiosa
  • Uniones territoriales
  • Glifosato: el peligroso (y costoso) riesgo de no cumplir las reglas del juego
  • Campo Vivo. Orgullo Rural: VICTORIA SERRANO. Viticultora y horticultora en San Martín de Valdeiglesias (Madrid): “La sociedad necesita más cultura sobre la agricultura”
  • Fademur
  • De interés: Incedios forestales. La agricultura familiar y el medio rural sostenible son la mejor prevención contra el fuego