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Agricultura

Inmigrantes en la agricultura: siembra y cosecha del éxito español

Paula Álvarez Neira / Departamento de Comunicación de UPA - 06/03/2019

Preguntarse qué fue antes, el éxito de los cultivos españoles o la participación de los inmigrantes en ellos, es como indagar si fue antes el huevo o la gallina. A pesar de las críticas recibidas desde diferentes frentes, a pie de campo no existen dudas: aquí todos ganan. Y es que la agricultura española no es una moneda con dos caras. Es, en realidad, un poliedro en el que se conjugan las existencias de muchos actores que tienen un objetivo común: mejorar su calidad de vida.

Para España, el éxito de su agricultura durante el último cuarto del siglo XX ha significado el progreso económico y la apertura internacional. Por su parte, para las personas que vienen de múltiples países a trabajar en nuestros campos supone, además de tener un salario digno y enviar remesas a sus familias, una oportunidad para formarse y profesionalizarse en el sector agrícola. A partir de este punto en común, las personas inmigrantes que trabajan en nuestras explotaciones son de un perfil distinto y cumplen una función muy diferente en cada caso.

El campo del sur de España concentra a la mayor parte de los inmigrantes y de sus esperanzas. Sobre todo, los cultivos de Almería, Jaén y Huelva no serían lo que hoy son sin el trabajo de los trabajadores y trabajadoras extranjeros. Eso sí, con notables diferencias entre estos tres escenarios.

Almería, tierra para echar raíces

Bajo los invernaderos almerienses se conjugan dos factores menos conocidos que sus plásticos, pero igual de importantes para desarrollar la agricultura de alto rendimiento característica de esta zona: la elevada capacitación técnica y el alto volumen de mano de obra especializada. Este segundo lo explica con cifras uno de los responsables de UPA en el territorio, Roque García: “Tienes que tener en cuenta que en Almería hay entre 26.000 y 28.000 hectáreas de invernaderos. En cada hectárea necesitamos un mínimo de dos trabajadores. Así que echa cuentas. Con la población local no cubrimos esta necesidad, sin los trabajadores de fuera no sacaríamos adelante la producción”.

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Por lo general, estos trabajadores extranjeros son hombres jóvenes procedentes, sobre todo, de los países del Magreb y, en segundo lugar, de los países de África Subsahariana y trabajadores del Este de Europa, estos últimos suelen venir con formación específica en tareas agrícolas.

Pero el principal factor que comparten es que “todos vienen para quedarse”, apunta. Así lo ha presenciado él durante décadas: llegan, encuentran un trabajo, se forman para mejorar y hacerse imprescindibles en la explotación, se traen a sus familias y algunos, incluso, al cabo de los años se convierten en propietarios comprando o alquilando su propia parcela.

Por supuesto, esta puede ser la historia de cualquier trabajador inmigrante que tiene sus papeles en regla. Sin embargo, muchas personas que acuden a Almería con la idea de acceder a un puesto de trabajo no tienen una situación regulada en España. “Cuando vienen sin papeles no se les puede dar trabajo sencillamente porque no podemos hacerles un contrato y, claro, ¿quién se va a arriesgar a emplearles si hacen inspecciones cada dos por tres y la multa es de 60.000 euros?”. Él mismo se responde: “Nadie. El porcentaje de gente que emplea en sus invernaderos a inmigrantes sin papeles es ínfimo. Imagino que como en cualquier otro sector”.

También hay multa para quien emplee sin contrato a trabajadores que tengan su situación en regla: son 3.800 euros. “Por nuestra parte, en UPA Almería asesoramos en materia laboral y fiscal a nuestros afiliados y hemos establecido un protocolo de expulsión directa a cualquier afiliado o afiliada que no tenga a sus empleados en regla”.

Cuando una persona lleva un tiempo en Almería y no encuentra trabajo porque no tiene una situación regular en nuestro país, finalmente se mete donde puede. “Ocupan algún invernadero o cortijo abandonado. Sobre todo, ocupan juntos, se ve que así se sienten más protegidos”, dice Roque.

Al preguntarle por qué en los medios de comunicación se difunde de manera tan recurrente esta imagen de los inmigrantes viviendo entre invernaderos, sobredimensionando este fenómeno y creando ese estereotipo de que los trabajadores del campo almeriense normalmente viven en esas condiciones, Roque lo tiene claro. “Al principio duelen mucho estos ataques, pero cuando uno lleva mucho tiempo aquí se da cuenta de que detrás hay intereses económicos de nuestros competidores o de alguno de nuestros compradores que pretende deteriorar nuestra imagen para devaluar nuestro producto. Suelen coincidir con ciertos momentos de nuestra campaña o con nuestra presencia en una feria internacional, por ejemplo. Hay que recordar que en el pasado actuaban igual pero acusando al estado de nuestra sanidad vegetal. Después de muchas décadas sin una alerta sanitaria han tenido que buscar otra denuncia”.

Volviendo a la situación de los trabajadores que sí tienen trabajo en los invernaderos, su contrato, como el de los asalariados de cualquier otro sector, está sujeto al convenio colectivo. “El salario mínimo del trabajador menos cualificado es sobre 50 euros por día de trabajo. La jornada laboral varía dependiendo de la época del año, pero suele ser de 6 horas y media”. Roque apunta otro malentendido habitual: “No, el empresario no tiene que proporcionarles transporte, alojamiento o comida. Esto no lo tienen incluido, como le sucede a cualquier otro trabajador”.

Otra labor fundamental de UPA Almería es la formativa. La organización imparte dos tipos de formación. Una de las vertientes es el curso sociosanitario. Roque explica que en él los inmigrantes aprenden normas culturales, higiénicas y administrativas que, como es lógico, tienen que ir acompañadas de un apoyo lingüístico. Por otro lado, imparten otros cursos técnicos de prácticas agrícolas, como el manejo de productos fitosanitarios o la conducción de carretillas.

Huelva, el ingente trabajo de traer un contingente

En los campos de Huelva hay sudor, pero no lágrimas como algunos quieren reflejar. En su lugar, frutos rojos. A pesar de que durante el último verano se difundiesen muchas informaciones acerca de la violencia sexual contra diez mujeres, la realidad es que miles de jornaleras vuelven cada año a esta provincia para trabajar y, como dice el secretario general de UPA Huelva, Manolo Piedra: “¿Quién volvería a nuestros invernaderos si fuesen ciertas las acusaciones de maltrato y violaciones?”

El perfil de quien trabaja en la recogida de frutos onubenses es, ciertamente, de una mujer (sobre el 90% del trabajo de recolección lo hacen ellas), joven y reclutada en su propio país para hacer únicamente la cosecha. Desde el punto de vista de la contratación colectiva en origen, es la campaña de mayor peso en España. “El primer contingente se organizó en el año 2000. En aquella ocasión trajeron la mano de obra sobre todo de Polonia”, cuenta Piedra. De aquella primera experiencia ya han pasado casi dos décadas. En un principio la lista de países en los que se reclutaba a personal fue ampliándose y en un momento dado se incluyó a Marruecos. Hoy en día las estadísticas oficiales han cambiado mucho porque solo se cuantifica como extranjeras a aquellas trabajadoras del país magrebí; las que provienen de otros países como Bulgaria, Polonia o Rumanía, son ahora ciudadanas de la Unión Europea desde que sus países entraron a formar parte de ella. Mucho se ha criticado que solo se utilicen manos de mujer para este trabajo, pero lo cierto es que esas mismas voces suelen denunciar también que en otras labores agrícolas solo trabajan hombres. Piedra explica las razones detrás de la especialización de las mujeres en esta tarea: “Se empezó a preferir a las mujeres por encima de los hombres porque son más cuidadosas con el producto, que es muy sensible, y porque tienen menos problemas de convivencia, lo cual es muy importante cuando tienes un grupo de compañeros de trabajo que, además, viven juntos”.

Por otra parte, estos puestos de trabajo son muy positivos para las mujeres. “Hay que tener en cuenta dos cosas. La primera, la elevada tasa de desempleo en Marruecos. La segunda, allí las mujeres no están tan integradas en el mercado laboral como en nuestro país. Para una mujer marroquí venir a trabajar en la campaña de la fresa supone una fuente de ingresos y esto es importantísimo para su independencia y empoderamiento”, explica Piedra. “Y esto lo consigue sin tener que abandonar su país ni dejar a su familia, por lo tanto las ganancias de la fresa van más allá y revierten en el conjunto de la sociedad marroquí”.

En cuanto a las condiciones de vida que tienen durante su estancia en Huelva, hay que reconocer que lo único apiñado en la provincia son las fresas en sus cajas. Las trabajadoras, sin embargo, disponen de una vivienda digna para compartir. Ofrecer a las jornaleras un alojamiento gratuito y con unos requisitos mínimos es obligado por la Dirección General de la Inmigración. Este ha de tener un número de metros cuadrados que depende del número de personas que habitan en él. También es obligatorio que disponga de ventanas, ventilación y acceso con unas condiciones específicas. Ha de tener, como mínimo, un cuarto de baño completo, una cocina y un salón. Así está dispuesto por las autoridades y su cumplimiento se comprueba en cada campaña. De ello se encarga la Inspección de Trabajo y los sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO. “El pasado noviembre han venido representantes del Gobierno marroquí a visitar algunas instalaciones de forma aleatoria”, asegura Piedra.

Lo más común es que las jornaleras compartan alojamiento con otras de su misma nacionalidad. “Es una cuestión práctica, así todas hablan el mismo idioma y conviven mejor. Además, se entienden mejor en cuanto a otros aspectos culturales y religiosos”.

“El alojamiento es totalmente gratuito y los gastos también lo han sido siempre, pero este año se empezará a cobrar una cantidad simbólica o el gasto extra que sobrepasa el gasto de un uso normal”, dice Piedra. “Se ha tomado esta decisión al notar que hacían un mal uso de los recursos, especialmente la electricidad. Por poner un ejemplo, dejaban las estufas encendidas durante todas las horas que estaban trabajando y la casa estaba vacía”, explica.

Dirigir la coordinación de los contingentes no es una tarea fácil. Esta recae sobre la Comisión Provincial de Inmigración, de la que forma parte UPA Huelva, puesto que sus afiliados acceden a su mano de obra. El papel de la organización no solo es de representación en una mesa: “Visitamos Tánger antes de la campaña, en septiembre, para empezar los preparativos; después, en enero, volvimos para cerrar los acuerdos oficiales y hacer la selección de las trabajadoras en cuatro ciudades diferentes”.

Manolo Piedra explica que este año ha habido que escoger a más de 7.000 mujeres en el país vecino: “Parecen muchas, pero hay que recordar que el número de las mujeres que repiten esta experiencia es mucho mayor. En total viene una cifra cercana a las 20.000 mujeres”.

Hasta Mequinez se desplazó el propio Piedra con una de las trabajadoras de UPA Huelva, Belén Castillo. Anapec (la oficina pública de empleo en Marruecos) y la embajada de España colaboran en todo momento en la ingente coordinación de estas laboras: “Fíjate que a nuestro estand enviaban a mil mujeres al día”.

Todas ellas tienen entre 24 y 45 años, “porque el trabajo requiere energía”. También se preferencia a las mujeres con arraigo familiar. “La idea es que sea una trabajadora de ida y vuelta y, para ello, si sus hijos o sus padres dependen de ella querrá volver a su país”. A partir de este comentario es inevitable preguntar por la huida de algunas jornaleras todas las campañas. “Es un problema que tratamos de evitar todos los años, pero es difícil detenerlo. Algunas vienen con la idea de quedarse, pero otras son captadas”. Piedra se refiere a los hombres, compatriotas suyos, que acuden al puerto a captarlas el día que el contingente llega en ferri. “Es cuestión de metros andando entre el barco y el tren, pero en ese trayecto las abordan, les hacen promesas y se las llevan. Es muy preocupante no por el trabajo que tenemos que sacar en la explotación, sino por ellas y su seguridad. No sabemos qué pasa después con ellas”, alerta Piedra. En cualquier caso, este no es el caso mayoritario y UPA Huelva sigue trabajando para eliminarlo.

Por último, no se puede evitar hablar del tema más comentado durante el verano: el caso de las diez mujeres que denunciaron abusos en su finca. “Nosotros ya habíamos señalado que con trabajadoras rumanas, por ejemplo, suele trabajar una manijera (encargada de finca) de su país, y al ser esta una mujer nunca se han dado esta clase de problemas”. Hay que recordar que el encargado o encargada siempre son compatriotas para poder comunicarse con la plantilla. Piedra continúa, “hemos denunciado muchas veces que con las jornaleras marroquíes esta figura es un hombre que, como veníamos diciendo, suele tratar a sus compatriotas como inferiores. Es un problema cultural. Por este motivo, y porque buscamos la igualdad de oportunidades para ambos sexos, nosotros ya habíamos pedido que la figura del manijero sea siempre una mujer. Lamentamos el suceso, pero esperamos que ahora se nos escuche”.

Ante cualquier actitud de este tipo, Piedra asegura que el protocolo de UPA Huelva es muy claro: “Ante la mínima queja de una trabajadora, nos personamos en la finca. Por otra parte, en UPA Huelva mantenemos un convenio de colaboración con la ONG de ayuda al inmigrante ACCEM, que sería la mediadora entre las partes si hubiese un caso. Por último, si se demuestra que ha existido un abuso de cualquier tipo a alguna trabajadora o trabajador, el empresario es automáticamente expulsado de UPA. Nuestra tolerancia ante los abusos es cero”.

Jaén, coordinación a todos los niveles

Entre los olivos de Jaén se aúnan esfuerzos de muchas nacionalidades, pero la verdad es que pocas mujeres se ven entre ellos. “Desafortunadamente, con la mecanización de las labores en el olivar, desde hace diez o quince años, las mujeres han sido desplazadas de las tareas”, explica Cristóbal Cano, secretario general de UPA Jaén. “No hay ninguna razón objetiva para que ocurra esto, la maquinaria la puede manejar tanto un hombre como una mujer. En UPA Jaén vemos esto con mucha preocupación y por eso abogamos por concienciar a los empresarios para que implanten la igualdad en sus explotaciones”.

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La labor en la que participan los inmigrantes es la recogida de la aceituna. Cano señala que, por el contrario, para la poda de los árboles es necesario tener una experiencia de la que suele carecer el personal de fuera.

Los inmigrantes acuden a esta provincia a recoger la aceituna, que dura entre noviembre y febrero, dependiendo de las condiciones meteorológicas. Habitualmente proceden de ciertos países subsaharianos, de Marruecos y de Europa del Este. “No en este orden necesariamente. Aquí va por zonas. En unos pueblos hay más jornaleros de un país y en otros de otro. Además, no todo este trabajo es realizado por extranjeros, pero son muy necesarios especialmente en las zonas con industria y otras oportunidades laborales que absorben la mano de obra local”, explica Cano.

Cuando llegan a Jaén, disponen de una red de albergues de la Junta de Andalucía en casi una docena de los pueblos más grandes de la provincia. Allí pueden permanecer un máximo de tres días mientras buscan trabajo.

UPA forma parte de la mesa que negocia el convenio colectivo que regula las condiciones de los temporeros en Jaén. Cristóbal Cano explica las ventajas: “Es uno de los mejores a nivel nacional tanto en salario como en coberturas sociales. Aquí el jornal base es algo superior a 53 euros por jornada de trabajo. Cada día se trabaja seis horas y cuarto”. Estas son las condiciones para todos los temporeros, por supuesto, independientemente de su nacionalidad.

En cuanto al alojamiento, no es obligatorio para los empresarios aportarles uno y Cano explica por qué. “Aquellos productores que tienen una explotación de mayor tamaño y su campaña dura meses, se han cuidado de tener una vivienda para sus trabajadores. Pero a los olivareros de pequeño tamaño, cuya recogida puede prolongarse solo dos semanas, no les da para mantener una casa durante todo el año”. Por eso, en algunos ayuntamientos han desarrollado un albergue municipal para dar cobertura a los temporeros de los empresarios que carecen de esa infraestructura.

El alojamiento es la cuestión en la que más se están esforzando los diferentes actores y Cano tiene claro que solo se puede hacer esto en una dirección: “La solución debe ser compartida entre los empresarios y las Administraciones públicas. Sin cooperación no habrá solución”.

Por otra parte, hay que recordar que los temporeros que trabajan en pequeñas explotaciones en muchas ocasiones enlazan la recogida de una finca con la de otra. “Al final completan la campaña con diferentes empresarios”.

Precisamente esto, concadenar, es una de las virtudes de los cultivos; cuando termina el trabajo en uno comienza en otro. “Es por esto que muchos de los jornaleros que acuden a Jaén vienen de trabajar en Murcia y luego vuelven a esa región. Otros también van a recoger la fresa en Huelva o fruta en otras zonas”.

De hecho, el año pasado los responsables de UPA Jaén y UPA Huelva decidieron abrir una bolsa de empleo para facilitar el movimiento entre ambos territorios a aquellos jornaleros que querían ligar la campaña de recogida de la aceituna con la de la fresa.

Desde UPA Jaén también aplican un programa de política migratoria en el que prestan asesoramiento al inmigrante y se les proporciona formación en prevención de riesgos laborales. Sobre los afiliados, además de labores de gestión y concienciación, también se aplican protocolos. En la organización creen que “es importante ser los primeros en mostrar ejemplo de cómo hacer las cosas bien”. Cano dice que hace tiempo que la ejecutiva de UPA Jaén decidió seguir los cauces y garantías de expulsión de cualquier miembro que fuese culpable de un abuso hacia sus trabajadores. “Pero hasta ahora nunca hemos tenido que poner en marcha este protocolo”.

Por último, en cuanto a la coordinación con el resto de agentes implicados en esta materia, UPA forma parte del Foro Provincial de la Inmigración, “una buena herramienta que nos sirve para intercambiar experiencias, detectar problemas, abordar soluciones y, en definitiva, mejorar”.

Cano reconoce que, como en cualquier sector, puede haber algún problema puntual, pero normalmente la campaña se desarrolla sin ningún incumplimiento ni incidencia. Sus palabras representan el sentir en el resto de provincias. “Por eso duele tanto cuando se informa sobre uno generalizando, como si un fallo puntual fuese nuestra norma. Ojalá un día informen sobre nuestro sector con una visión amplia y bien fundamentada”.

Artículo publicado originalmente en la revista La Tierra nº 272

Foto destacada: "Recolección" Javier Yárnoz Sánchez (Huelva). Finalista FotoRural 2017

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