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Fundación de Estudios Rurales

La formación en el sector Agroalimentario. Un elemento clave para la sostenibilidad rural

Guadalupe Ramos Truchero (Universidad de Valladolid) y Beatriz Izquierdo Ramírez (Universidad de Burgos) - 30/07/2018

La formación constituye un elemento imprescindible para lograr competitividad en cualquier sector productivo. El sector agroalimentario no es una excepción, y la mejora de la capacitación y cualificación profesional de sus distintos actores resulta necesaria para poder adaptarse a un mercado cada vez más cambiante. De este modo, la formación profesional de los agricultores es indispensable no solo en materia de conocimiento técnico-productivo, sino también en términos de gestión empresarial y comercial.

Sin embargo, el reto de la capacitación profesional agraria en España cuenta con una serie de problemas de base que dificultan la adaptación del sector. Fundamentalmente, nos referimos a los problemas que se derivan de la insuficiente formación general y técnica de la población agraria (Farinos, 1998; González y Gómez Benito, 2000; Llopis y Vidal, 2006), insuficiencia demostrada en los resultados sobre la formación de los jefes de explotación extraídos de las sucesivas Encuestas sobre la Estructura de las Explotaciones Agrícolas (2016 y 2007).

Ante esta situación, la preocupación por mejorar la capacitación profesional ha llevado a las Administraciones públicas a tratar de profesionalizar el sector apoyando económicamente iniciativas y actividades orientadas a mejorar la formación ocupacional (o no reglada), como las medidas específicas destinadas al fomento de la formación profesional agraria incorporadas en los Planes de Desarrollo Rural (en adelante PDR).

El propósito de este artículo es exponer el papel que juega este tipo de formación y conocer su relevancia en la profesionalización y sostenibilidad socioeconómica del sector, y de las propias zonas rurales1. Para ello, tomamos como estudio de caso las actuaciones en formación continua destinadas a la capacitación profesional agraria realizadas en el marco del PDR 2007-2013 en la Comunidad Autónoma Vasca2.

Tratamos de ofrecer una muestra de la política formativa atendiendo al perfil de los beneficiarios y a las materias formativas que se han fomentado en estos años, así como una valoración del desarrollo de tal política por parte de los agentes implicados en el diseño y desarrollo de la misma. A pesar de su carácter localizado, consideramos que el estudio contribuye al conocimiento sobre la formación agraria en España. Un aspecto de gran interés, pero que apenas ha sido abordado desde la sociología rural o desde otras disciplinas afines.

Los problemas que frenan la formación Agraria

Uno de los problemas de la formación del sector primario tiene que ver con la excesiva importancia que los propios agricultores y ganaderos otorgan a la experiencia práctica y al conocimiento heredado de las prácticas familiares, frente a la formación profesional. González y Gómez Benito (2000 y 2002) ya dieron cuenta de este hecho cuando analizaron la profesión de agricultor en España y el perfil educativo de los jóvenes agricultores de cara a la profesionalización del sector agrario.

Los últimos datos de la Encuesta sobre la Estructura de las Explotaciones Agrícolas (2016) muestran que la situación no ha cambiado de forma sustancial desde entonces, aunque se aprecia una cierta mejora. El cuadro 1 refleja esta escasa formación, y dibuja un sector primario en el que aún prevalece la experiencia práctica (78%). Sin embargo, también permite observar que el porcentaje de jefes de explotación que no cuentan con ningún tipo de estudios agrarios se ha reducido en casi 10 puntos entre 2007 y 2016 en toda España. Además, en este periodo aumenta de forma significativa el porcentaje de jefes de explotación que cuentan con otro tipo de formación agraria (17%). Es decir, la base principal de la formación agraria estaría en los cursos con una duración variable (mínima de dos semanas) encaminados a formarse en determinadas materias específicas.

Dos son las causas que principalmente justifican esta desvalorización de la formación profesional agraria. La primera de ellas se atribuye a las propias familias agricultoras, a las que se les acusa de pasar por alto la necesidad de que los descendientes sucesores se formen en materia agrícola y empresarial antes de instalarse y de tomar el relevo de las explotaciones familiares. En tal sentido, la familia es clave, ya que sigue manteniendo el monopolio sobre el acceso a la profesión de agricultor al ser las explotaciones agrarias mayoritariamente propiedades familiares. Del mismo modo, las familias tampoco pueden procurar que los sucesores sean aquellos que tengan más cualidades e iniciativa empresarial (Ramos Truchero, 2010). Esta falta de estrategias familiares sobre la figura del sucesor encaminadas a la supervivencia de las explotaciones agrarias es entendida, por tanto, como una falta de visión empresarial y profesional hacia la agricultura (González y Gómez Benito, 2002).

Pero también otro factor tiene que ver con el envejecimiento de los agricultores y con el hecho de que la edad condiciona la motivación por formarse y buscar la mejora de las explotaciones. Los estudios demuestran que los jóvenes agricultores son más dinámicos desde el punto de vista empresarial y tienen más presente en su gestión el objetivo de mejorar y modernizar las explotaciones frente al grupo de más edad. Sin embargo, el envejecimiento del sector continúa siendo un cuello de botella, ya que únicamente el 6,9% de los jefes de explotación tiene una edad inferior a 40 años, disminuyendo significativamente esta cifra conforme la edad es menor. El caso de las mujeres agricultoras arroja datos similares, y únicamente el 5,7% de las jefas de explotación contarían con una edad inferior a 40 años.

La formación para el empleoen el sector agrario vasco

Se ha destacado al inicio de este artículo que la profesionalización y mejora de la formación en el sector agrario se ha convertido en los últimos años en uno de los principales retos de las Administraciones públicas. Estas han tratado de mejorar la formación agraria no solo a través de la formación continua e intensiva destinada a agricultores o ganaderos ya instalados, sino que también han ofertado formación a quienes, sin un origen familiar, tienen el proyecto de incorporarse a la actividad agraria. En este sentido hay que subrayar el esfuerzo por introducir la cultura empresarial y el fomento del emprendimiento entre los agricultores como eje fundamental para la formación agraria; es decir, crear entornos favorables al emprendimiento y a la innovación, intentando limitar las dificultades para la profesionalización del sector primario ya mencionadas.

A pesar de las limitaciones arriba señaladas, resulta positivo destacar el progresivo interés de los agricultores y ganaderos por la formación para el empleo, que se refleja con claridad en el cuadro 1, con un aumento importante en la proporción de agricultores que han recibido algún tipo de formación. Esta es una situación que, en el caso del País Vasco, se podría explicar a partir de la decidida apuesta de la Administración autonómica por esta medida, pero también por el perfil demográfico de las personas que han seguido dicha formación en los últimos años y el tipo de cursos que han suscitado un mayor interés.

En primer lugar, los datos dibujan un perfil de alumnado muy masculinizado (69%), acorde a la realidad del sector. Sin embargo, es un perfil más joven que la edad media de los jefes de explotación que arrojan las estadísticas globales. El análisis de las personas que han seguido una formación pone de manifiesto que el 60% de estos cuenta con menos de 45 años, lo que a todas luces resulta un dato positivo que evidencia el interés de los agricultores más jóvenes por formarse en materias vinculadas a la mejora de la explotación.

No obstante, no todos los temas han despertado el mismo interés, y entre las materias más exitosas destacan, en primer lugar, los cursos destinados a mejorar la capacidad de gestión y administración en las explotaciones, así como la comercialización de los productos. Son tres ámbitos claves que demuestran la preocupación de los agricultores por incorporar procesos de gestión más eficaces en las explotaciones a través de diferentes cursos, a saber: conocer el manejo de los cuadernos de explotación asociados a las medidas agroambientales; la formación en prevención de riesgos laborales; la formación en mejora de técnicas de venta, entre otros. Asimismo, la mejora de la calidad del producto ha sido otra de las materias más solicitadas, estando vinculada sobre todo al ámbito hortofrutícola y vitivinícola.

En cuanto a los sectores más dinámicos, el sector ganadero (con un 20% de los cursos realizados) resulta uno de los que más han apostado por la formación, sin olvidar el sector hortofrutícola y la jardinería, que cuentan con un 10% del total de la formación. Le sigue a escasa distancia la formación centrada en los sectores vitivinícolas y agroalimentario, cuyos cursos suponen en torno al 8% de la totalidad de los cursos. Detrás de estas diferencias hay distintas razones.

Existen sectores, como la horticultura o la jardinería, con mayor empuje económico o mayor necesidad de innovación, que demandan más formación. Pero también se debe a la exigencia administrativa de tener un tipo de formación para recibir una ayuda o para realizar una actividad. Esto es algo que, en buena medida, está detrás de los datos del sector ganadero, donde se han realizado cursos de obligado cumplimiento sobre el uso de fitosanitarios o bienestar animal. Del mismo modo, también ocurre que hay sectores muy profesionalizados donde se utilizan modernas tecnologías que no precisan de este tipo de formación porque el propio dinamismo empresarial les hace estar constantemente actualizados. Es el caso de la vitivinicultura o el vacuno de leche.

Unos últimos apuntes acerca de la formación para el empleo reflejan diferentes características de la agricultura vasca, y anticipan algunos de los resultados cualitativos de la investigación que se aborda en los apartados siguientes. Por un lado, se observa que la media de horas en la actividad formativa es bastante reducida, teniendo el 40% de los cursos una duración igual o inferior a 10 horas, lo que pone en evidencia la dificultad de una formación más prolongada debido a una falta de tiempo que se aludirá más adelante. Una situación esta que se ha intentado solventar en el periodo analizado promoviendo la formación online, pero que ha contado con una acogida muy reducida (3% de los cursos) debido a la escasa familiarización de los agricultores con este soporte.

Además, el análisis refleja que en la formación ofertada prevalece la teoría frente a la práctica, lo que podría explicar en algunos casos la falta de motivación del agricultor por la formación, demandando un tipo de aprendizaje mucho más práctico. Esta escasa motivación se configura como eje central a la hora de explicar la falta de formación entre los agricultores, y sobre la que nos centramos a continuación.

La falta de motivación como freno a la formación y la competitividad

Una de las principales cuestiones que aborda nuestro estudio es conocer los factores que limitan a los agricultores a la hora de formarse, ya que, aunque la investigación recoge la importancia que los técnicos y gestores del sector agrario otorgan a la formación4, lo cierto es que también reconocen la falta de motivación e interés que los agricultores y los ganaderos muestran hacia la formación.

Sin embargo, se trata de una cuestión que no es novedosa y emerge como un problema inherente al sector y que se reproduce a pesar del relevo generacional y de que en los últimos años los agricultores más jóvenes sí muestren signos más evidentes de dinamismo en el acceso a la formación para el empleo. En este contexto, el envejecimiento sectorial se considera estrechamente vinculado a la falta de interés por seguir formándose, aunque la percepción generalizada, y que más preocupa, es que los agricultores más jóvenes y en plena actividad tampoco se muestran mucho más favorables a seguir una formación, aludiendo a la falta de tiempo o la excesiva carga de trabajo en la explotación como principales factores que limitan este interés. En este sentido, se critica la rigidez con la que se diseñan muchas acciones formativas para unas personas con poco tiempo y muy sujetas a las labores cotidianas de sus producciones.

Junto a la falta de motivación, otra cuestión destacada es la percepción de desconexión entre los ciclos de formación profesional reglada que se imparte en las escuelas agrarias con la realidad actual del sector agrario vasco. En este sentido, se señala el excesivo fomento de algunos módulos formativos que, según la percepción generalizada, aportan poco al sector, como es el caso de la jardinería. Otro aspecto criticado es la ausencia de un periodo de prácticas de formación en las explotaciones agrarias; un aspecto este que se considera imprescindible, especialmente en estudiantes sin un origen familiar agrario, aunque también para aquellos que proceden de explotaciones familiares, pues las estancias en otras explotaciones implican conocer otros modos de trabajar y de producir.

En cualquier caso, el principal problema que se atribuye a las escuelas agrarias es que no son capaces de retener a sus estudiantes en el sector agrario. Así, consideran que es necesario un plan integral de formación agraria donde estas escuelas de formación profesional agraria se conviertan en verdaderos vectores de dinamización y competitividad del sector bajo el paraguas tanto de las Administraciones agrarias como de las educativas. En este sentido, el modelo a seguir es el llevado a cabo por laEscuela de Pastores5, un modelo de formación global que ha permitido incorporar jóvenes al ovino de leche.

La formación en gestión empresarial como reto pendiente

Por último, cabe señalar la consideración propia en el sector de que la formación agraria se preocupe por fomentar una mayor mentalidad empresarial entre los agricultores con trayectorias profesionales más largas, de la que se piensa adolecen. Como decíamos, la cultura empresarial ha sido uno de los ejes centrales en la formación para el empleo; sin embargo, la mayoría de agricultores deja de lado cuestiones importantes a nivel de gestión empresarial y presentan destacables carencias en la comercialización del producto o la generación de mayor valor añadido.

Esto es algo que la administración sí ha inculcado en la formación de los jóvenes agricultores que se instalan, pero que se considera pendiente en otros colectivos. En muchos casos porque según aseguran los diferentes testimonios recogidos, la gran mayoría de ellos no tiene interiorizado su identidad como empresario. Por ello se insiste en la necesidad de intensificar una formación que permita gestionar la explotación agraria como una empresa, con capacidad de analizar las fuerzas del mercado y establecer estrategias de intervención acordes a la situación del mercado.

Conclusiones

Una de las principales conclusiones que podemos extraer de nuestro estudio es que la formación de los agricultores sigue siendo un problema estructural del sector agroalimentario, aunque en los últimos años se muestra un tímido avance a raíz de las actuaciones para la formación continua elaboradas a partir de los PDR.

Así lo reflejan los datos cuantitativos analizados junto a las opiniones que se extraen de las personas vinculadas al sector, quienes sí reconocen una mayor concienciación del sector en la necesidad de formarse a diferentes niveles, aunque con matices importantes. De un lado, resulta necesario que las materias sobre las que se forme el agricultor sean más diversas y vayan más allá de la gestión diaria de la explotación, encaminándose hacia la comercialización, innovación del producto, la adaptación al cambio climático… De otro lado, la formación puede convertirse al mismo tiempo en un recurso que favorezca el progresivo papel de las mujeres en la agricultura, favoreciendo su fortalecimiento dentro de la explotación y desequilibrando la segregación horizontal (y también vertical) por género que caracteriza a muchas de las explotaciones.

Aún así, queda un largo camino por recorrer, ya que la falta de motivación que todavía se percibe en muchos de los agricultores (en especial, los de mediana edad) supone sin duda un escollo importante para la formación, y reduce sustancialmente las posibilidades de innovar o mejorar en las explotaciones. Esta es una situación que les sitúa en posición de clara desventaja frente a otras explotaciones de mayor tamaño y más competitivas, y agravado con los efectos de una crisis económica que ha favorecido la llegada al sector de personas sin origen agrario y, por lo tanto, sin experiencia y formación de ningún tipo. En este sentido, es necesario plantear la formación de los agricultores desde una perspectiva integral que tenga en cuenta la realidad del sector, apostando por una formación coordinada y flexible a todos los niveles.

En definitiva, consideramos que nuestro estudio aporta información novedosa y de interés acerca de la situación de la formación agraria al visibilizar algunas de las limitaciones más importantes que plantea. Además, coloca en el centro del debate una temática de la que apenas se dispone de datos y estudios, y sobre la que es necesario investigar con la idea de que ayude a mejorar el diseño de las políticas públicas en esta materia.

Para ello, creemos que es imprescindible continuar indagando acerca de las políticas de formación agraria tanto regladas como de capacitación profesional, especialmente en un contexto socioeconómico como el actual, en el que no solo se cuestiona la viabilidad económica de las explotaciones, sino su sostenibilidad social a medio y largo plazo.

 

Notas

1 Este trabajo se basa en los resultados obtenidos en el marco de la evaluación continua del Programa de Desarrollo Rural 2007-2013 del País Vasco. Anualidad 2014, encargada y financiada por el Departamento de Desarrollo Económico e Infraestructuras (Área de Agricultura, Pesca y Política Alimentaria).

2 Esta política de formación se desarrolla a través de la medida 111. Actividades de información y formación profesional, y consiste en financiar las acciones destinadas a la formación, información y capacitación profesional de personas dentro de los sectores agrario, alimentario y forestal, tanto por cuenta propia como ajena. Los jóvenes que se instalan en estos sectores y las empresas agroalimentarias destacan como principales objetivos de esta medida.

3 Es interesante destacar cómo en el PDR 2007-2013 de la Comunidad Autónoma Vasca, la formación continua agraria ha pasado a formar parte de una nominación más genérica llamada formación para el empleo, la cual busca cualificar a los trabajadores del sector agroalimentario tanto en materia técnico-productiva como de gestión empresarial. Al mismo tiempo esta nueva denominación permite integrar a toda la población rural y a las personas sin un origen familiar agrario que en los últimos tiempos se están incorporando en determinados subsectores.

4 Para la elaboración del estudio, a nivel metodológico se ha combinado el análisis de los expedientes de los cursos de formación (cuyos principales resultados aparecen reflejados en el apartado anterior) con la información extraída de las entrevistas en profundidad mantenidas con profesionales clave del sector entre los que destacan representantes de sindicatos agrarios, técnicos y gestores de organismos y entidades relacionados con la oferta y demanda de la formación agraria en la Comunidad Autónoma Vasca.

5 Aunque la Escuela de Pastores surge en el año 1997 al amparo del Gobierno Vasco, no es hasta estos últimos años cuando se le brinda un reconocimiento social cuyo éxito se ha basado fundamentalmente en la combinación del aprendizaje teórico y práctico, lo que ha favorecido que la cifra de alumnos haya ido en aumento. En conjunto, y desde su inicio, han sido un total de 259 los jóvenes que han pasado por la escuela; es un relevo generacional que ha favorecido que un sector que estaba en claro declive haya apostado por la innovación y la realización de nuevas prácticas y productos, según datos recientes proporcionados por el Departamento de Desarrollo Económico e Infraestructuras del Gobierno Vasco.

 

Referencias bibliográficas

CAMPELO MARTÍNEZ, P.; RAMOS TRUCHERO, G.; IZQUIERDO RAMÍREZ, B.; MALAGÓN ZALDÚA, E. y ALDAZ ARREGI, J. (2015), Evaluación continua del Programa de Desarrollo Rural del País Vasco. Anualidad 2014. Informe técnico del Gobierno Vasco.

FARINOS DASI, J. (1998), “La conveniencia de una apuesta por la formación profesional agraria. El caso valenciano”, Cuadernos de Geografía, vol. 63, pp. 139-158.

GONZÁLEZ, J.J. y GÓMEZ BENITO, C. (2000), “Profesión e identidad en la agricultura familiar española”, Revista Internacional de Sociología, vol. 27, pp. 41-69.

GONZÁLEZ, J.J. y GÓMEZ BENITO, C. (2002), Juventud Rural 2000. Madrid, Injuve.

INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA (2018), Encuesta sobre la Estructura de las Explotaciones Agrarias. Años 2016 y 2007. Disponible en: http://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736176854&menu=ultiDatos&idp=1254735727106

LLOPIS GOIG, R. y VIDAL GONZÁLEZ, M. (2006), “Polaridades y ambivalencias ante el nuevo escenario agrario. Un estudio con estudiantes de Formación Profesional Agraria de la Comunidad Valenciana”, en Revista de Estudios Agrosociales y Pesqueros, vol. 210, pp. 201-226.

RAMOS TRUCHERO, G. (2010), La sucesión en la ganadería familiar: el ovino de leche en el País Vasco. Vitoria, Departamento de Agricultura, Pesca y Alimentación.

 

Artículo publicado originalmente en el Anuario 2018 de la Agricultura Familiar en España.

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