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Fundación de Estudios Rurales

¿Las lecciones que hemos aprendido del COVID son las mismas que se han entendido en Bruselas?

Christiane Lambert. Presidenta del Copa-Cogeca - 31/08/2021

La máxima representante de los agricultores en Europa reflexiona sobre las lecciones que nos está dejando la pandemia en lo referente a la agricultura y la ganadería.

En 2019, la Comisión Europea, con su dirección recién elegida, puso en marcha su Pacto Verde Europeo. A pesar de las dificultades impuestas por la covid-19, el tren de la reforma en torno a la política emblemática de la UE no ha decaído, y en cierta medida incluso se ha acelerado. Esto significa también que la mayor parte de las estrategias propuestas, como la comunicación “De la granja a la mesa”, se redactaron en medio de la pandemia, lo que tuvo un fuerte impacto en la forma de pensar de los comisarios y los eurodiputados.

Durante esta crisis, todos hemos notado que la importancia dada a los bienes primarios ha aumentado y que la seguridad alimentaria es un logro frágil, nunca un hecho. Esto ha sido, en muchos casos, una oportunidad para que los agricultores creen un nuevo vínculo con los consumidores. También se han hecho realidad las palabras de Phil Hogan sobre la importancia de la “autonomía estratégica” de Europa en lo que respecta a su agricultura.

En este contexto, quizá nunca se haya debatido tanto la cuestión agrícola en Bruselas. Esto es algo que hay que agradecer, ya que demuestra que la agricultura es ahora más que nunca un tema de actualidad. Es esencial aprovechar el momento en que la agricultura está en el punto de mira para atraer nuevos talentos a nuestra profesión y nuestra causa.

Sin embargo, cuando escucho los debates que tienen lugar hoy en Bruselas en torno a la PAC o a la estrategia “De la granja a la mesa”, por ejemplo, me pregunto si todos hemos aprendido la misma lección de esta crisis o si una versión diferente ha llegado a los oídos de los responsables políticos a nivel de la UE. Cuidado con hacer una lectura selectiva.

El sector agroalimentario ha demostrado una resiliencia que no debe darse por sentada

La cuestión de la resiliencia del modelo de producción agrícola europeo ha sido objeto de seguimiento y evaluación por parte de la Unión Europea a lo largo de la crisis de la covid-19. El informe del Parlamento Europeo de mayo de 2021 concluyó que “la cadena de suministro agroalimentario de la UE demostró un alto grado de resiliencia. El valor de la producción de la industria agrícola disminuyó solo un 1,4% en 2020 en comparación con 2019 y, si se compara con la media de 2015-2019, creció un 2,9%”. Sin embargo, el mismo informe mostraba que las situaciones eran realmente diversas y que si bien los agricultores lo habían hecho bien, sus finanzas habían sufrido un duro revés. Los ingresos agrícolas de la UE disminuyeron casi un 8% en comparación con 2019, lo que representa una pérdida de 7.100 millones de euros.

Para algunas ONG y funcionarios de Bruselas, esto prueba que el riesgo que señalábamos en el ámbito del riesgo de suministro no era un problema, lo que demuestra que se debe dar prioridad a otros desafíos en lugar de la autonomía estratégica alimentaria.

Este resultado extraído de la crisis por algunos parece extremadamente perjudicial para el futuro de la PAC y del Pacto Verde. Nosotros, los actores que estamos sobre el terreno, sabemos que, si hemos resistido, ha sido con mucha dificultad, y se lo debemos a la fuerza del sistema actual, que hace hincapié en nuestras capacidades de producción sostenible. Es difícil escuchar estos comentarios cuando todavía nos enfrentamos a múltiples retos debido a la covid-19, especialmente por el aumento de los costes de producción (por ejemplo: piensos, aditivos para piensos, fertilizantes y combustible) y la disponibilidad de insumos (por ejemplo, piezas de repuesto y algunos equipos agrícolas). Las consecuencias de la covid-19 seguirán estando presentes durante algún tiempo.

Los agricultores de la UE deberían aprovechar los fondos del paquete de recuperación de la UE para invertir en sus transiciones

Antes de la segunda oleada de covid-19, el 21 de julio de 2020, los líderes de la UE acordaron un paquete global de 1.824.300 millones de euros, que combina el marco financiero plurianual (MFP) y un esfuerzo extraordinario de recuperación, el llamado “La Nueva Generación de la UE”. El objetivo del paquete es ayudar a la UE a reconstruirse tras la pandemia de la covid-19 y apoyará la inversión en las transiciones ecológica y digital.

Los fondos de “La Nueva Generación de la UE” se compondrán de subvenciones, incluida la provisión de garantías, y préstamos. En lo que respecta al sector agroalimentario, el 10 de noviembre de 2020 se logró un acuerdo interinstitucional. Este logro allana el camino para el despliegue de los fondos de recuperación. Durante la primavera, el acuerdo sobre los recursos propios también se puso en marcha con éxito y ahora los primeros Estados miembros están poniendo en marcha sus planes de recuperación. Debemos utilizar estos fondos para preparar el futuro y las transiciones necesarias, ya sea en materia de clima, biodiversidad o bienestar animal. En este contexto, también es esencial que la Unión Europea tenga claros sus objetivos y las tecnologías que se van a poner en valor. Este es quizás el mayor problema a estas alturas: la coherencia de la visión europea de la agricultura.

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En Bruselas se está gestando una ola normativa...

La estrategia “De la granja a la mesa”, la estrategia de biodiversidad, la taxonomía de la UE, el plan de acción ecológico de la UE, la política de promoción, los objetivos de neutralidad climática, la revisión de la política comercial de la UE, los regímenes ecológicos de la PAC, las medidas medioambientales y climáticas del segundo pilar o los nuevos requisitos en materia de bienestar animal son solo algunos ejemplos de las políticas que afectarán a nuestras comunidades agrícolas y rurales en un futuro próximo.

Lo que tienen en común todas las políticas del Pacto Verde es que pretenden introducir cambios profundos imponiendo objetivos ambiciosos a los agricultores. A modo de recordatorio, la comunicación sobre la estrategia “De la granja a la mesa” propone, entre otras cosas, reducir el uso de fertilizantes en un 20%, reducir en un 50% las pérdidas de nutrientes, destinar un 10% de la superficie agrícola a paisajes de alta diversidad, que el 25% de la superficie agrícola sea ecológica y que el uso de productos fitosanitarios disminuya en un 50% para 2030.

... con efectos acumulativos y contradictorios

Una vez que se va más allá de las posturas políticas, uno se da cuenta rápidamente de que estos objetivos y políticas tendrán efectos acumulativos y contradictorios en todas las explotaciones agrícolas europeas. Un hecho bien entendido por todos, incluida la Comisión Europea. Como supimos en mayo de 2021, la Comisión Europea no emitirá una evaluación de impacto exhaustiva sobre su estrategia insignia para la agricultura.

Una evaluación de impacto exhaustiva habría sido la forma más adecuada de entablar un debate concreto sobre la esencia de la estrategia “De la granja a la mesa”. El vicepresidente Frans Timmermans prometió un estudio de este tipo. Ante los desafíos que se plantean a nuestra seguridad alimentaria, esta negligencia por parte de la Comisión es incomprensible e inaceptable. Sin ella, todos navegamos completamente a ciegas. Si no identificamos los puntos ciegos de antemano, estaremos socavando todos nuestros esfuerzos para aplicar con éxito el Pacto Verde y salvaguardar el modelo de agricultura de la UE.

En el ámbito de la política comercial, la misma Comisión ha tenido el compromiso de proponer un estudio exhaustivo de los complejos impactos acumulativos que conllevan los más de 60 acuerdos comerciales firmados por la UE. Así que, ¿por qué no iba a ser esto posible para la estrategia “De la granja a la mesa”? ¿Por qué el Gobierno estadounidense ya ha realizado un estudio sobre nuestra propia política más emblemática?

Nuestro futuro dependerá de la coherencia entre el Green Deal y la política comercial de la UE

En febrero de 2021, el vicepresidente ejecutivo y comisario de Comercio, Valdis Dombrovskis, presentó una comunicación de importancia fundamental para el sector agrícola de la UE: la revisión de la política comercial de la UE. Para mí, este anuncio debería considerarse al menos tan importante como el Pacto Verde. De hecho, si este acuerdo representa una pata de la futura política agraria de la UE, la revisión de la política comercial representa la segunda pata, esencial para el buen funcionamiento de nuestro modelo de agricultura. La mayoría de los comentarios realizados en torno al Green Deal tienden a olvidar este hecho fundamental: el modelo agrícola de la UE no puede entenderse sin tener en cuenta su dimensión comercial internacional. Los agricultores europeos y sus cooperativas conocen demasiado bien los efectos a nivel micro de esas políticas comerciales diseñadas a nivel macroeconómico (por ejemplo, la prohibición rusa, o el conflicto Airbus -Boeing).

Los anuncios del comisario Dombrovskis pretendían ser tranquilizadores y mostrar que la UE tiene una clara comprensión de la importancia de lo que está en juego para nuestra agricultura al proponer trabajar en el desarrollo de normas para el crecimiento sostenible y al intentar dar forma a las normas internacionales en línea con el Pacto Verde europeo. Sin embargo, todavía estamos en la fase de meras declaraciones.

Es de temer que haya muchas incoherencias. A pesar de los esfuerzos realizados en la reciente comunicación, no está claro cómo el Pacto Verde tendrá en cuenta las realidades comerciales y cuál será su impacto en términos de precios de mercado, rentas agrícolas y seguridad alimentaria. ¿Puede la Comisión garantizar que las importaciones de terceros países cumplan, a nivel de explotación, todas nuestras normas de producción? ¿Podemos esperar que los agricultores de terceros países excluyan de la producción el 10% de las tierras de cultivo, tal como se exige a los agricultores de la UE en el marco del Pacto Verde? La respuesta es no, porque no estaría en consonancia con nuestros compromisos internacionales ni con las directrices de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Uno de los principales riesgos a los que tendrá que enfrentarse nuestro sector agrícola como efecto secundario del Pacto Verde es el dumping de los países que voluntaria o involuntariamente avanzarán más lentamente en la adopción de una agricultura más ecológica. Esto podría dar lugar a la deslocalización de nuestra agricultura a otras partes del mundo, con estándares más bajos, comprometiendo nuestra seguridad alimentaria.

Al mismo tiempo, en Europa, los agricultores que sobrevivan se verán arrinconados entre la espada y la pared. Por un lado, el Pacto Verde requerirá una inversión adicional en sostenibilidad para elevar nuestros estándares. Por otro lado, el acceso acumulado de los más de 60 acuerdos comerciales a nuestro mercado por parte de los productores de terceros países, que no siempre tienen que cumplir las mismas normas de producción, seguirá haciendo bajar los precios.

La cuestión es compleja y hasta ahora la Unión Europea no puede ofrecer una respuesta convincente. Uno de los objetivos de la Comisión Europea para resolver en parte la cuestión es transponer las ambiciones de la estrategia “De la granja a la mesa” a nivel mundial a través de la esperadísima Cumbre del Sistema Alimentario de las Naciones Unidas, que tendrá lugar en septiembre en Nueva York. ¿Nos seguirán otros países? Esta es la gran pregunta sin respuesta mientras escribo. Evidentemente, habrá que seguir esta evolución.

Ante estas transiciones necesitamos una PAC coherente

Hoy en día, solo el 11% de los agricultores europeos tiene menos de 40 años. Por cada agricultor menor de 35 años, hay más de 5 agricultores mayores de 65 años en Europa. En un par de años, la mitad de los agricultores de la UE estarán jubilados, lo que tendrá un impacto sin precedentes en nuestra cadena de suministro de alimentos. Al mismo tiempo, el Green Deal mostrará sus efectos. En cualquier caso, nuestro modelo de producción se verá sometido a una dura transición.

La transición hacia sistemas alimentarios más sostenibles y una Europa climáticamente neutra requiere un enfoque político coherente y consistente por parte de la UE. La PAC no es, ni debe ser, la única política de la UE que soporte el peso de esta transición, pero la PAC tiene la capacidad de mantener la coherencia de la política europea.

Estamos dispuestos a comprometernos aún más con las transiciones que sabemos que son necesarias para el clima o la biodiversidad. En la agricultura no hay negacionistas del clima, somos los primeros en ver los efectos del cambio climático en nuestras explotaciones. Sin embargo, solo podremos hacerlo en un marco estimulante y solidario y si se presta suficiente atención a nuestra resiliencia.

Ante el cambio climático y la incertidumbre económica no hay tiempo que perder. La Política Agraria Común determina el apoyo a millones de agricultores que proporcionan nuestra seguridad alimentaria, nuestra independencia estratégica y la sostenibilidad de nuestros territorios. Llevamos años discutiendo sobre esta PAC, ¡es hora de terminar la discusión y ponerse a trabajar!

Si los responsables políticos no consiguen situar a los agricultores en el centro de la PAC de forma adecuada y realista y no consiguen que otros ámbitos políticos ofrezcan soluciones y apoyo a sus retos, socavarán tanto el Pacto Verde como los ingresos de millones de agricultores. No podemos permitirnos un compromiso peligroso que parezca un experimento a escala continental, poniendo en juego nuestra seguridad alimentaria. La brecha se ampliará y uno a uno los efectos de estas políticas, como fichas de dominó, caerán sobre las espaldas de los agricultores con la capacidad de aplastar la agricultura europea a un ritmo acelerado.

No debemos dejar que el debate en Bruselas se desconecte de nuestras realidades

Como pueden ver, queridos amigos y colegas, los debates que tienen lugar en Bruselas son esenciales para nuestro futuro, el futuro de la agricultura. Por lo tanto, es esencial que nos movilicemos en el seno del Copa-Cogeca y hagamos oír nuestra voz en Bruselas.

La covid-19 ha tenido un efecto que lamento mucho. Bruselas nunca ha parecido tan alejada de la realidad sobre el terreno, y las reuniones en línea nunca sustituirán a las visitas sobre el terreno y a los debates en las explotaciones agrícolas. Como expresamos durante el debate de la PAC en los trílogos, tenemos un comisario de Agricultura que desconoce nuestras realidades y cuya visión está desequilibrada. No es el único, ni en la Comisión, ni en el Parlamento. Esta brecha en la percepción es quizá la más preocupante hasta la fecha y en la que debemos trabajar.

Me he dado cuenta de que, durante la COVID-19, las polémicas teóricas en las redes sociales han primado sobre los intercambios concretos, sobre la verdad de nuestra profesión. Debemos aprovechar estas herramientas digitales cuando no sea así y debemos, en cuanto se levanten las principales restricciones, organizar intercambios y visitas sobre el terreno para conectar la decisión política de Bruselas con nuestra realidad.

Christiane Lambert es presidenta del Copa-Cogeca, del que forma parte UPA, y líder de la organización agraria francesa FNSEA.

Este artículo ha sido publicado originalmente en el Anuario 2021 de la Agricultura y Ganadería Familiar, que edita la Fundación de Estudios Rurales de UPA.

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